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sábado, 8 de octubre de 2011

Julio Gómez Féliz

Algunas Palabras para este momento.

            No podría estar tranquilo conmigo mismo, se me sublevaría el estro tantas veces dócil al instante de invocarlo, si lo expresara mi alegría sincera en relación a la divinal satisfacción, que por supuesto es mía también, que ahora gira en torno a la humildísima, pero respetable figura del amigo y homólogo en el ministerio de la poética, el hermano en el arte letral Julio Gómez Féliz. 


            Callarme sería una traición de esa humanidad ante la justificada celebración del compañero coetáneo, contemporáneo y casi coterráneo. Julio Gómez, con la evidente parquedad que lo caracteriza, carga en su interioridad todo un cúmulo de excelentes intenciones. Que viene recorriendo todos los senderos de la praxis cultural. Basta hacer algunas escalas en su largo e ininterrumpido periplo  por la infinita ruta de su devenir. Más que una biografía personal con gama de incidencias con que ha justificado su rol, habrá que biografiarlo desde el vector de labor sociocultural.

            Puesto que no hay que poner en tela de juicio su sustanciosa entrega al extensionismo universal con que encara y se empoderar de la labor pluralista y competencial en el universo de la oferta y demanda de la praxis consciente.

            Es un hombre de dialogar muy sobrio pero de intensa capacidad productiva dentro del marco de los terrenos espirituales. Es texto de exquisita ricura poémica, es una manera de cómo Julio Gómez corporeiza sus tantos aciertos trayectoriales. Tiempo después, viene a ser una carta credencial condensada del rendimiento-fáctico-normativo con que históricamente operacional la polifacética figura de este parroquiano de la misma cuna de nacimiento del cinco veces presidente de la RD, avezado, político y sabueso hombre decimonónico, Buenaventura Báez Méndez.

            Como un Atila de buena voluntad, Julio Gómez no obvia ningún perfil de la vida al que no haya tocado con su tímida musa. En su libro “Tiempos Después” de título apasterioriseco, recorre todos componentes del trafinar humano. Es la impronta que lo distingue, en cuanto a que pone en relieve todas las posibilidades de una hechura poética, no tan informalita, pero si muy abarcativa. Por su manera de plasmar la ficción de su realidad versal, nuestro poeta en referencia rompe con los parámetros esquemáticos de la poesía convencial y no aludo al aspecto de los constituyentes de sus textos, sino más bien, a lo relativo al contexto del contenido y los valores sociales que trascienden en cada uno.

            Julio Gómez, por lo que advierto en cada paisaje de su vasto poemario, es un poeta ultrasensiblemente frágil, que detiene el curso de su estro en cualquier estancia de la cotidianidad para buscar la causalidad de escribir. Aquí se enaltece el amor cosmopolita. La ternura evocada y añorada. La nostalgia, el dolor social, la subversión callada, son algunas de los rasgos pertinentes de la concepción poética que protesta sin alzar la voz.

            Su poesía gravita indistintamente entre la epicidad y la liricidad. Y en consecuencia el elemento dramático no es descartable. El libro de trovador humano, también es nuestro. Así lo testimonia su propio autor, cuando toma en cuenta a un amplio orbe de la práctica escritorial a la vez que pide excusa casi evangélica a los que se les pudieran escapar del recuerdo inmediato.
            Este rapsoda homerida que transita permanentemente con la pluma y el papel en ristre, no solo se provee del espada de la palabra simple para la concepción del verso simple y ansilar, también anda con el yunque y fragua de la justicia a cuesta, en el interés casi teológico de la autorrevindicación libertaria. En tanto que no es más que un vocero y por demás, progenero al servicio de la historia reciente de sus correligionarios. De ahí fue su poesía tan abarcadora toque la mínima fibra social y se convierta en la palpitación, tanto de la inmediatez, así como de la medianía.

            La poesía de Julio Gómez destila sangre sufrida. Llora el dolor del prójimo. Es de un sentimentalismo superficial en la apariencia, pero siempre de profunda inspiración. Este poeta de sano vivir, sin necesidad de la armadura filosófica del quijote, es un fiel soldado en el compromisarismo frente a los vejámenes torturadores que nos azota y sin que nos demos cuenta.

            Observando de refilón su relativa dilatada presencia vital, advertimos que posee una extensa data en el laborantismo de l sociocultural. Algo que resulta insospechable, si partimos de su comportamiento. Su nivel de conciencia social parte de un lejano referente, desde la época romántica de los clubes de la década de los años 70. Tras ese prolongado viaje hasta el momento Julio Gómez ha bailado en todos los salones del luchar y del saber.

            En su edad imberbe ya era músico al servicio de la Banda Municipal de este su pueblo natal. A los veinte años, secretario del Liceo Secundario Fco. A. Peña. Se involucra a la administración de la justicia tribunalicia ante de cumplir mucho antes de cumplir la edad de Cristo. Fue profesor de Comercio, cuando la mecanografía y la correspondencia. Significaban la fiebre dorada de la juventud próvida y decente. Más a delante fundador de la Soc. Ecología de Cabral. Por su condición de abogado, ha desempeñado varias funciones, Juez, Fiscalizador, Consultor Jurídico, Procurador Adjunto, justo en estos momentos.

            En definitiva, no estamos frente a un hombre que solamente sabe facturar con sobrada aserción la literatura poémica. La sociedad cabraleña la barahonera, el suroeste, el sur dominicano y por de más decir, nuestro país se gasta el lujo de contar entre sus hombres de bien común, de una Julio Gómez; Poeta, Profesor, Abogado, Periodista, Articulista de acceso a los principales y distintos medios periodísticos de circulación regional-nacional, con dos licenciaturas, una en Derechos y otra en Comunicación Social, ambientalista, profesor.

            A mí que soy respingoso y harto selectivo para la elección de los que pudieran ser mis amigos, me siento amorosamente regocijado de la sincera e inofensiva amistad con el señor y puro caballero don Julio Gómez. Más no por eso es figura que aparece en mi libro.

            “Barahona en las Letras Nacionales” sino porque debió estar de obligación casi teocrática. Los grandes hombres, aun ribeteados algunos con el ropaje de la sencillez, merecen sus verdaderos espacios.

Muchas Gracias.

1 comentario:

kaililfagnani dijo...

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