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lunes, 10 de octubre de 2011

Declaración Jurada



Aquí yace mi infancia
como una antigua roca de sólidos cimientos,
soñando
                 y jugueteando
                                        con las olas
durmiendo bajo el ala de los vientos.

Aquí está permanente arraigada mi alma
clavada
              con tentáculos maternos
                                                    borracha hasta los huesos
de misterios y nostalgias
teniendo de alimento, los recuerdo.


Aquí. Sobre la piel pétrea del arenal
pervive lo mejor y lo peor de mí,
mis primeras vivencias frente al mar.
la muriente canción de atardecer.


Aquí yazgo. Perdido. Y siempre enamorado
                                                              del horizonte
tímido, lejano.


No quiero despertar de mi sueño infinito.
porque es el peso hermoso que yo cargo,
que con orgullo arrastro
desde mi vida de niño.

He detenido el curso de la carne
He violado las leyes del espíritu
y he retardado en el aire,
el último estertor de mi respiro.
Y he sembrado de rosas
                                  cada tarde
para adornar mis recuerdos
y no dejarlos que marchen
hacia otros mundos extraños.


Porque, cómo olvido yo ahora
esa Luna redonda bañándose de luz,
                                                     jamás
la llevo como un botón prendido en el corazón.
Y esas cálidas mañanas,
cómo las olvido yo
si tienen rostros de plata
y unas miradas de sol.

Es por eso que quisiera,
que en aquel glorioso día en que me muera,
de traje
         se me ponga una bandera
bordada de unas manos cienagueras
y que me canten un himno
con canciones de campo.
Con décimas de versos de convite ,
con coplas, salves y plenas.
Y una bachata solemne
                                que mis restos estremezca.

Un merengue de verdad ,
                                  que tiemblen mis carnes muertas.


Quise volver a vestirme con la luz blanca del Sol
y reverdecer en mí, aquellos tiempos pasados,
para escuchar con ternura el eco de aquella voz,
de aquella mujer de oro, cuando me estaba llamando.

Escuchen ahora este canto
que es mi más profundo grito,
y que ha de hacerme inmortal
                                            y universal
sin importar las justas injusticias  en las que vivo y persisto.


Yo amo estos montes sublimes
y estas magistrales costas,
amo las palmas que viven
enamorando las olas.
Amo las extensas playas,
amo estas tierras grandiosas,
la primanoche y el alba,
amo las nubes, las rocas,
amo este cielo que abarca
todo lo bello que existe.


Amo llanuras. Montañas,
todo lo humano que llora
todo lo humano que ríe.
Amo la sima profunda,
amo los desfiladeros.
Amo las regias alturas
amo los yernos y esteros.
Amo las lomas. Los cerros.
Los fantasmas y los credos
De estos lugares perfectos.
Amo sequedad y ríos,
amo tarde, noche y luna.
Amo el caliente y el frió,
Amo torpeza y ternura .
Amo el patrimonio mió
mi lugar de advenimiento,
mujeres y hombres, los quiero,
pero a los que son más viejos,
por ley divina, respeto.


Finalizo diciendo y lo sostengo,
que el día glorioso que yo me muera,
me pongan por mortaja
                                 una bandera
bordadas de unas manos cienagueras
y hechas de cundeamor
                                 y enredaderas.
Y que me canten un himno
con canciones de mi campo.
Con versos de convite.
Décimas y coplas.
Salves y plenas.
Una bachata solemne que mis restos estremezca
y un  merengue con cadencia,
que tiemblen mis carnes muertas.
Para que el alma quede satisfecha
y mi historia sea parte de mi tierra.    

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